пятница, 24 августа 2018 г.

Capítulo 1. En el metropolitano. La teleportación. Parte I.

          Está bien, cuando está bien en el corazón. Siempre esperamos alguno mejor sin contentarse con tal momentos, después recordamos ellos considerando como un ornamento de nuestro sendero de la vida.
          También Albert, como él caminó por el paisaje de su vida con gran zancadas, asustando los compatriotas por su nombre que no es ruso, también ahora después desembarcar del tren eléctrico, de la misma manera él iba en el itinerario ya aprendido, qué empieza en Moscú desde la entrada de metro. No importa que el cielo desaparecerá durante veinte minutos que es tal despejado y tal primaveral y como si él promete tanto mucho. ¿Es él feliz? ¿Qué duda puede haber en esto? Ahora él va a vender los periódicos en un itinerario que él mismo va a elegir y este está bien que los trenes eléctricos recorren de Moscú en once direcciones desde nueve gran estaciones y los pasajeros de estos trenes compran todos los periódicos de "Komsomol moscovita" a "SIDA info".
          Después de todo no importa que los conocimientos él ha recibido en la Facultad de la Física y Matemáticas de la Universidad Estatal de Moscú, no serán nunca útiles. Solamente vendiendo los periódicos, él es capaz de alimentar sí mismo y su joven esposa Nadia que él había contraído matrimonio hace tres años. Ella era joven, hermosa y esbelta, también capaz de comprender que la estrategia de esta vida él había elegido en el mismo comienzo de la perestroika en la misma cima de los cambios en año 1990, es correcta. Él era un contrario convencido de los abortos, sin embargo, esto no era ningún problema. La intimidad que era entre ellos, tenía lugar en tal tiempo de las reglas, a eludir del embarazo. Como toda la gente joven, ellos disputaban a menudo, pero esto no pasaba muy lejos. Ellos reconciliaban pronto y las reconciliaciones terminaban frecuentemente por los ejercicios turbulentos del amor.
          Ellos no habían propio coche. Él no había ningún propia dacha. Sin embargo, Albert recordaba a menudo, como el año pasado, después de pagar al chófer una recompensa generosa, ellos estaban lanzándose en taxi al paso de las colas que estaban de pie desde seis horas de la mañana para comprar los víveres, ellos se lanzaban a la estación de tren Kursky, casi ellos perdieron el tren de Moscú a Simferopol. Su viaje iba a terminarse en Yalta, en tal acostumbrada y por otro lado en tal ciudad exótica, donde parecía como si las montañas se levanten adrede como una pared que protegía este pequeño paraíso del frío y de las otras desgracias del país desfasado qué es Rusia.
          No obstante, todas las desgracias no tocaban Albert de ninguna manera. Cuando él comenzó a sospechar sobre la esencia satánica del Estado Soviético,  lo se derrumbó. Eltsin vino al poder y cualquier necesidad de resistir desapareció. Sin embargo, el ser humano es hecho de tal manera que él siempre no está satisfecho.
          Su esposa había tres hermosas amigas: Lena era pelirroja con las pecas, Valya había gran ojos de mirada expresiva, Sveta era con los rasgos faciales un poco de Oriente. ¡Cómo a él le gustaría compartir el amor con todas las cuatro de ellas! A apretar a Lena tímida en un lugar oscuro. A pellizcar nalgas elásticas de Valya y a causa de esto ella brillaría con ojos y se precipitaría hacia él, o por ejemplo, a   coger la trenza de Sveta y enrollarla alrededor de la mano y sobreponer a ella, arrodillándola y forzando de agacharse obedientemente. Y dejar que Nadia participaría activamente en todo esto, dejar que todas estarían en paz entre ellas y todas tomarían junto un té disfrutando sin tener celos y sin maldecir.
          No obstante, él entendía que no puede exigir demasiado del destino. No puede ser tal ávido y ofender a Dios, a Quien recientemente él empieza a prestar más atención. Él necesitaba dar las gracias a Él de que él mismo está vivo, sano y lleno de energía. De que todos los cambios en últimos años estaban a favor de él, cómo por arte de magia. Ahora no diría nadie a él, que él es un haragán, gorrón, especulador. Por voluntad del destino, ahora él era necesario para la sociedad que es hambrienta de información, y su trabajo estaba pagado generosamente.
          Con estos pensamientos él bajó a la estación de metro que era la más conocido y la más usada por pueblo local, también por forasteros. Sin embargo, hoy alguna cosa inusual le forzó a parar en este corredor sucio y aburrido debido a los trayectos cada día, chapeado por el mármol, y esta cosa dio vuelta toda su vida siguiente.
          Entre los vendedores y mendigos habituales que los pasmas expulsaban de vez en cuando, había un cajón madero y una inscripción estaba en él, qué no era de ninguna manera propia al mercado moderno y espontáneo: "¡Inserten de 1 a 100 dólares y ser feliz!" Albert no podía pasar sin prestar atención, porque él era curioso y se interesaba en todo. Además, él tenía suerte, porque él ha llegado   con diez minutos de adelanto y durante estos diez minutos él podía observar tranquilamente qué tenía lugar, pero... en vano.
          Dos pasma pasó. También mucha gente. Nadie prestaba atención a este cajón, como si él no existiera. Un transeúnte que parecía como un empresario postsoviético, insertó en el cajón un billete de 100 dólares. Alguna gente insertó los billetes con George Washington sin menor vacilar y continuaban su camino. La imagen de Abraham Lincoln no pasó tampoco por alto, pasando este cajón. Lo más sorprendente fue que no prestaba nadie atención a la singularidad de propuesta.
          -Discúlpame, por favor, - Albert se dirigió a una mujer anciana, con quien al menos cualquier contacto positivo es posible, cómo él veía. - ¿No te parece que esta inscripción es muy extraña que está en el cajón de madera?
          Él no cometió error. La mujer anciana y decente en apariencia concordó con gusto resolver su problema. Ella miraba largo al lugar, donde este cajón estaba de pie, después también miraba largo a Albert y finalmente pronunció:
          -¿Hace mucho tiempo que bebías, jovencito?
          -No estoy bebo.
          -Sin embargo, discúlpame. Si estuvieras en condición de borrachera horrible hace cuatro días, entonces sería fácilmente explicarlo. Allí no está ningún cajón. Ti mismo llega a la conclusión. Soy enfermera en el hospital psiquiátrico. Honestamente, no veo ningún cajón, - Después de decirlo, ella comenzó a bajar las escaleras.
          "Bien, - pensó Albert. Ahora voy a tomar vuestro tesoro a la luz del día. Es interesante ¿qué tiene que decir a eso?"
          Albert vino al cajón, intentando tomarle en manos. La tierra se movió. Última cosa que él recordó, este fue vistazo de un hombre viejo que estaba de pie enfrente; un vistazo fue amable, pero penetrante.
          Albert volvió en sí, debido a un toque de la porra de poli que no estuvo con toda la fuerza, tampoco demasiado suave.
          -¿Qué haces durmiendo aquí? Eso no es una campiña para ti. ¡Duerme allí donde te emborrachas! ¿Qué carajo has llegado a Moscú, estando con tal cara?
          -No soy desde campiña, sino desde la ciudad Mytischi. En segundo lugar ¿por qué no inspeccionáis documentes de este viejo? - dijo Albert, señalando al viejo inusual que estaba de pie acerca del cajón que tampoco era usual.
          Este viejo, con respecto a quien un apodo "caminante" era el más apropiado, él llevaba un albornoz azul-oscuro e inusual y tenía un bastón en la mano, y por todas partes eso fue visto que él estaba relacionado directo con este cajón inquietante. Además, ahora él miraba a Albert con su vistazo penetrante. De pronto Albert sintió remordimiento, como si él acabe de delatar al viejo que no estaba en ningún modo semejante al personaje malo. Y Albert añadió:
          -A propósito, aquí ningún cajón no existe, justamente siento mal y más probable que tengo alucinaciones.
          -¡Así que puedo ponerte sobria pronto! - agitando por la porra, dijo uno de ellos, qué era más agresivo.
          -Espera un poco, Iván, - interrumpió otro de ellos y continuaba, cambiando al susurro:
          -¿Acaso, no ves que el hombre está enfermo, es decir con trastornos mentales? ¡Oye, tío! - él envió una señal con la mano a su compañero a parar, luego dio la vuelta a Albert. - Escúchame, ahí es este número de teléfono. Si digo francamente, tampoco me gusta que diablura alguna tiene lugar acá. Si ves o escuchas algo más, agradecería mucho si me informes sobre eso.
          -Buscas milagro, no obstante, lo está justo frente de ti. ¿No lo vez que hay un cajón de madera y viejo alegre cerca de él?
          -Querido amigo, hay una pared de mármol solamente, sino necesito hechos.
          -¿Significa lo que no hay ningún viejo, ni cajón con inscripción "¡Inserten de 1 a 100 dólares y ser feliz!"?
          Sargento de la policía se agachó y comenzó a susurrar a él justamente en la oreja:
          -Si tal "milagro" estaba aquí, ¿qué crees, perderíamos  la oportunidad de sacar provecho de eso? ¡De hecho necesitas ser tratado por un psiquiatra! Si fueras más joven, habría pensado que finjas un loco para no entrar en el ejército. Y sin embargo, aquí una dirección postal; escribe detalladamente que tiene lugar, y no envía tarjeta, sino una carta en un sobre a este apartado postal. Escribe sobre el viejo, también sobre el cajón con muchos dólares, esсribe sin avergonzarte. ¿Ti mismo qué haces?
          -Vendo los periódicos.
          -¿Así que ajora vas a la calle de 1905 año?
          -Ciertamente.
          -Es un decir, tienes la palabra. Sin embargo, por favor, llama si algo más pareciera sospechoso en nuestra estación.
          -Sin duda, - Albert respondió, resintiendo mentalmente a la situación.
          "Finalmente, me he deshecho desde este  representante de los espíritus malignos bolcheviques" - él pensó, yéndose y después, tratando de recordar, qué tipo de periódicos él va a comprar, cuánto de ellos comprará y a qué precio venderá.  No era una gran cosa a recordarlo. Este día su ganancia no estaba menos, sino diez por ciento más que de lo habitual. Él no estaba avergonzado de regresar a casa a la esposa joven y hermosa, y en cuanto al desmayo matutino en en metro, él intentaba olvidarlo y no recordarlo más. Parecía que el evento matutino no ha molestado en absoluto la cotidianidad feliz de la familia joven y todavía sin hijos.

El texto original en ruso: https://www.proza.ru/2010/01/07/233
Capítulo siguiente: http://unasbagatelas.blogspot.com/2018/08/capitulo-2-llamada-la-teleportacion.html

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